"El que no sabe para dónde va, cualquier rumbo es bueno. Y ninguno le satisface" (Paciente en proceso psicológico).
Esta frase refleja el vacío que sienten muchos jóvenes adultos hoy: avanzar sin dirección, lograr cosas sin satisfacción.
Cuando tomas decisiones desde la presión externa y no desde tu verdad, el rumbo se vuelve confuso y nada te satisface.

«No sé qué quiero hacer con mi vida», «Siento que todo el mundo avanza menos yo», «Estoy haciendo mil cosas, pero ninguna me llena».
Estas frases no son raras entre jóvenes adultos. De hecho, son más comunes de lo que parecen. En una etapa donde todo parece moverse rápido, se espera que elijas una carrera, un trabajo, una pareja, una identidad… casi sin espacio para preguntarte si realmente eso es lo que tú deseas.
Vivimos muchas veces en piloto automático, cumpliendo mandatos familiares o sociales: “Estudia algo con salida laboral”, “Consigue estabilidad”, “Sé alguien en la vida”. Pero, ¿quién decide qué significa «ser alguien»?
Esa desconexión entre lo que hacemos y lo que realmente necesitamos, genera un vacío difícil de explicar: nos sentimos perdidos, aunque desde afuera parezca que «vamos bien».
Creencias invisibles, decisiones visibles: lo que creo, guía lo que elijo

Cuando no sabemos hacia dónde ir, solemos buscar más información, hacer tests vocacionales, ver videos motivacionales. Pero rara vez nos detenemos a mirar qué creencias nos están guiando en silencio.
Frases como:
“Tengo que tener éxito para valer”
“Si me equivoco, arruinaré mi vida”
“No puedo defraudar a mis padres”
“Si no soy productivo, estoy perdiendo el tiempo”
Estas creencias actúan como filtros que deforman la manera en que tomamos decisiones. Desde la Terapia Cognitivo Conductual (TCC), se entiende que muchas veces estas ideas vienen de la infancia, la cultura o experiencias pasadas, y aunque no siempre son conscientes, afectan profundamente cómo vivimos.
Una buena pregunta para comenzar es:
¿Desde qué creencia estoy buscando mi propósito?
No es hacia afuera: el acto radical de detenerse e ir hacia adentro
A veces la presión de encontrar “el camino correcto” nos empuja a buscar hacia afuera: ¿qué habilidad tengo? ¿Qué está de moda? ¿Qué genera dinero? ¿Qué me dice el test vocacional? Pero encontrar dirección no es solo elegir una carrera o un objetivo, es volver a ti.
La verdadera claridad no viene de acumular más opciones, sino de detenerte.
El acto de pausar para escucharte, aunque incómodo, es lo que te permite reconocerte. Desde la Terapia Dialéctico Conductual Radicalmente Abierta, se trabaja mucho la capacidad de introspección real, esa que surge cuando no estás actuando para encajar, sino para entenderte.
Algunas preguntas poderosas para ese momento de pausa:
¿Qué parte de mí estoy ignorando por seguir avanzando?
¿Estoy eligiendo desde el miedo o desde el deseo?
¿Qué necesito escuchar que no me he permitido?
Nuestro GPS interno: lo activas tu mismo, tus valores de vida.

Tener dirección no es tener respuestas fijas.
Es tener un GPS interno, que te oriente incluso en la incertidumbre.
Desde la Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT), se trabaja el concepto de valores, entendidos como principios que dan sentido a nuestras acciones. Son diferentes de las metas porque no se “cumplen”: se viven.
Un valor puede ser: cuidar, crear, aprender, conectar, explorar.
Una meta sería: “ser ingeniero”, “ganar dinero”, “tener pareja”.
Puedes cumplir una meta y seguir vacío si no está conectada con un valor auténtico.
Ejercicio sugerido:
Recuerda una situación en la que te sentiste muy tú. ¿Qué valor estaba presente? ¿Qué dice eso sobre lo que realmente importa en tu vida?

Muchas veces no es que no sepamos qué hacer, es que algo dentro de nosotros nos impide movernos.
Es importante identificar qué emoción está interfiriendo.
Por ejemplo:
Pánico: “Si me equivoco, arruinaré mi vida”
Ansiedad: “Tengo que decidir ya”
Rabia: “Estoy harto de que todo el mundo opine sobre mi vida”
Culpa: “Mis padres se esforzaron por mí, no puedo defraudarlos”
Vergüenza: “¿Y si fracaso y todos lo ven?”
Reconocer y atender estas emociones es un paso esencial antes de tomar decisiones importantes. No se trata de evitarlas, sino de escucharlas con compasión.
El propósito no se encuentra, se construye
Vivimos esperando ese momento mágico en que “todo tendrá sentido”, como si el propósito fuera un tesoro escondido. Pero el propósito no aparece de golpe. Se construye con cada elección diaria que está alineada contigo.
No necesitas tener todo resuelto para empezar. Solo necesitas estar dispuesto a caminar hacia lo que te importa, incluso si no sabes exactamente a dónde lleva. Esa es la verdadera dirección con sentido.
Recomendaciones prácticas
Pausa intencional
Agenda un momento semanal sin distracciones para preguntarte:
¿Cómo me siento? ¿Qué necesito? ¿Qué parte de mí he ignorado últimamente?Lista de creencias limitantes
Anota todo lo que crees que “deberías” hacer o ser. Luego pregúntate:
¿Esta idea es mía? ¿O la heredé de alguien más?Identifica tu emoción dominante (PARCUVE)
Elige cuál de estas emociones te frena más seguido. Escribe:
¿Qué me quiere decir esta emoción? ¿Qué necesito validar o sanar?Crea tu brújula de valores
Elige 3 valores que te importen profundamente. Luego piensa:
¿Qué acciones concretas puedo hacer esta semana que reflejen ese valor?Diseña un experimento de vida de 30 días
Elige una acción diaria conectada con un valor (por ejemplo: conectar → enviar un mensaje genuino a alguien cada día). Evalúa cómo te sientes al final del mes.